El gobierno de México está empeñado en construir una estrategia y un método para negociar con el gobierno de Donald Trump. Para lograr una estrategia correcta y un método para abordar todo lo que va a suceder bilateralmente en los próximos años, es imprescindible analizar y entender al contrincante, para saber cómo se le enfrenta con éxito.
Marcelo Ebrard expresó su análisis cuando dijo que “ya conocemos el método de negociación de Trump”, haciendo referencia a sus amenazas de imponer aranceles como herramienta para conseguir concesiones de la parte mexicana. En general, la parte mexicana, tanto del periodismo especializado, funcionarios y legisladores están seguros que, habiendo detectado lo que más le irrita a Trump, será necesario crear una relación “transaccional” con él.
Ese será el costo a pagar para no irrumpir la relación comercial establecida. La Presidenta ha empezado queriendo “debatir y contradecir” a Trump públicamente. Es una reacción carente de un análisis de fondo sobre el personaje y las nuevas condiciones que lo rodean.
AMLO trazó un método para manejar a Trump que a él le funcionó. Sin explicar las razones de sus decisiones, el gobierno anterior atascó la frontera de miles de soldados y Guardias Nacionales para frenar el flujo migratorio. A cambio, Trump dejó de criticar las políticas internas de la 4T, que han significado el cercenamiento de instituciones fundamentales para el correcto funcionamiento de una democracia liberal.
Le devolvió un alto ex mando del Ejército mexicano arrestado en Estados Unidos por sus vínculos con el narcotráfico. Fue una concesión de Trump a AMLO que sorprendió a propios y extraños. Los reportes confidenciales informando sobre vínculos de AMLO con el narcotráfico fueron sistemáticamente ignorados por Trump.
El mensaje, en ese momento, era claro, según los análisis del gobierno mexicano. Si se le da a Trump lo que quiere para presentarse ante su base social como el gran ganador, entonces se estará en condiciones de equilibrar las relaciones con él. Le permitió a AMLO aplicar la política que quería en México, imponiendo un nuevo régimen político. Trump ignoró la deriva autoritaria mexicana porque él también es bastante autoritario, y como prueba de ello ahí está su afecto por Putin y Kim Jong-un.
Con Biden las cosas cambiaron. Biden optó por enviar emisarios para decirle a AMLO que no estaban a gusto ni con la deriva autoritaria ni con la complacencia con el narcotráfico. Y mucho menos con el amasiato mexicano con los “hombres fuertes del mundo” como Putin, Xi Jinping, Díaz-Canel, Ortega y Maduro. AMLO se negó a asistir a la Cumbre de las Américas en Los Ángeles convocada por Biden. No vió la necesidad de complacer al demócrata, y obviamente lo consideraba débil y manipulable.
Hasta que un operativo estadounidense secuestró al Mayo Zambada en Sinaloa, lo llevó a Estados Unidos y le está exprimiendo toda su información sobre las relaciones entre el Cártel de Sinaloa y el propio López Obrador. El sexenio de AMLO terminó con una guerra civil en Sinaloa, misma que el actual gobierno no ha podido apagar, ya que lleva 4 meses con una intensidad nunca vista, con 11 mil efectivos acantonados en el estado y millones de ciudadanos afectados. Y probablemente no podrá apagar la guerra, porque hay elementos dentro de las fuerzas de seguridad del Estado mexicano que no quieren que se termine.
El actual Trump es muy distinto al Trump de hace 8 años. Viene con un equipo de gobierno mucho más orientado ideológicamente que su primer gobierno. Simplemente hay que ver que dicen sus nuevos secretarios sobre México. Michael Walz, su asesor de Seguridad Nacional presentó una iniciativa de ley ante el Congreso para legalizar el uso de fuerzas militares estadounidenses contra los cárteles del narcotráfico en México.
Tom Homan, el responsable de la migración, ha expresado su apoyo al uso de fuerzas especiales de Estados Unidos en México. Su secretario de Defensa, Pete Hegseth, apoya usar eventualmente la fuerza militar en México cuando se requiera. Marco Rubio, secretario de Estado ha dicho que apoya el envío de tropas estadounidenses a México, de común acuerdo con el gobierno mexicano. Y ha denunciado que AMLO era un aliado del narcotráfico.
Ese es el tono y perspectiva ideológica del nuevo equipo de Trump que tomará el poder el 20 de enero próximo. El equipo de gobierno de Trump en su primer tramo de administración era otra cosa. No existía ese enfoque ideológico. Tenía un equipo más empresarial que ideológico. Hoy sucede algo completamente distinto. Son halcones que vienen a desbaratar muchas cosas que suceden dentro y fuera de Estados Unidos.
Ésta condición del nuevo equipo de Trump anula, por todos los costados, lo dicho por Ebrard. Más bien, habría que decir: “No conocemos a este Trump y vamos a tener que actuar con extrema cautela, recabar buena información de Estados Unidos y construir una base de apoyo social dentro de las muchas comunidades existentes en ese país: académicos, empresarios, periodistas, políticos, universidades, organizaciones latinas, sindicatos”.
El nuevo gobierno estadounidense viene con la intención de replantear a fondo la relación con México. La idea transaccional que aplica el gobierno mexicano actual, pretendiendo castigar comercialmente a China para quedar bien con Washington, junto con la acción de dispersar y desmembrar las caravanas para que ya no sean tema de periódicos, son acciones necesarias pero de ninguna manera van a ser suficientes para satisfacer la nueva ola ideológica que domina en Washington.
Es necesario ver los escenarios posibles por delante, para también diseñar las respuestas correspondientes de México. Y se debe partir de una evaluación objetiva de nuestra situación como país. México está bastante aislado en la escena internacional. Aparte de la reciente distancia con China, Canadá le ha dado la espalda a México en materia de la renegociación del T-MEC. Pronto habrá un gobierno conservador en Canadá dispuesto a excluir a México del T-MEC. Y es muy posible que Trump prefiera un tratado bilateral con México, pues así tendrá mayores condiciones para presionar por otras concesiones, especialmente en materia de política exterior.
De ser excluido México del T-MEC, probablemente se abrirá un compás de negociación de los nuevos términos de algún acuerdo comercial. Seguramente se prohibirá el comercio con países que no aplican normas de libre mercado. China, Rusia, Cuba, Nicaragua y Venezuela caen cómodamente en esa categoría. Se prohibirá el uso de trabajo infantil y esclavo en los países, además de combatir los abusos laborales y la libertad sindical. Ojo con los médicos cubanos, considerados bajo un esquema de trabajo esclavo.
Adicionalmente, tratados con Europa y Sudamérica deberán contemplar capítulos democráticos, asegurando la mantención de regímenes políticos liberales, con tres Poderes independientes y autónomos entre sí, libertad de prensa y sistemas electorales confiables.
Una nueva negociación entre Estados Unidos y México implica la renovación de la confianza entre los dos países, como aliados estratégicos a escala internacional. Se deberá restablecer la confianza entre ambas naciones, algo que se ha mermado en años recientes.
En concreto, Washington bajo Trump buscará el cese de la deriva mexicana hacia el eje China-Moscú-Teherán, y con el sub-eje Cuba-Nicaragua-Venezuela. Y exigirá reafirmar la alianza estratégica con Occidente y las democracias liberales. Marco Rubio dixit.
Todas estas decisiones están en juego con el arribo de Trump y su equipo de ideólogos de la nueva halconería estadounidense. ¿Cuál es la estrategia del gobierno de Sheinbaum para negociar en ese nuevo contexto? ¿Entenderá las condiciones del nuevo mundo?
¿Será capaz de adaptarse a circunstancias que van contra su postulado ideológico?
POR RICARDO PASCOE
COLABORADOR
ricardopascoe@hotmail.com
@rpascoep
MAAZ
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